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LA TEMIBLE SALAMANCA DEL GUALICHO
El Gran Bajo del Gualicho. La travesía horrible al decir del cacique
Casimiro donde solo quedaban las blancas osamentas de los atrevidos que
se internaban en ella. Jornadas bajo el sol ardido de los veranos y el
cloruro de sodio enloqueciendo a hombres y bestias. El lugar de la “casa
del diablo”.
Gualicho, el Alto Dios de los tehuelches, traducido
como la “giradora” o “circunvolucionadora”, porque al decir del
Profesor Rodolfo Casamiquela la figura era femenina. La casa del
Gualicho, guarida temible de un Dios irascible, el “Ulüngasüm” de los
tehuelches. Autor de las figuras rupestres, del viento en los
cañadones, de la sal de las sierras, “el que secuestraba a los niños, el
que poseía el poder de petrificar y auto petrificarse a su antojo,
gigantesco en su faz maligna, femenino claro, pétreo, a él pertenecen
los huesos petrificados envueltos en su carne (toba), que se manifiesta
en la muerte de sed en las travesías y por eso había que propiciarlo”.
Es
el “epehuén geyú”, el allí es Gualicho, que observó el Perito Moreno y
otros viajeros. Así lo vio Claraz en el diario de su viaje al río Chubut
cuando escribió que “en el fondo del Bajo existe una capa de yeso y en
ella muchas conchas. Bajo tales capas sobresalientes los indios
colocaban antes sus ofrendas; pero ahora la capa ha caído. Sin embargo,
ellos siguen ofrendando en ese lugar. Lo denominan la “vivienda del
Diablo”. Los indios tienen que pasar allí la noche en toldos, maneando
bien todos los caballos y tienen que llevar agua para su uso. Llaman a
este paradero “pelado”. Creen que el diablo es el dueño de este bajo y
que les hace toda clase de malas jugadas. Hace que pierdan los caballos y
se encuentren en apuros. Por eso ofrendan crines, para que los caballos
no se fatiguen, y trapos y jirones que arrancan de sus ponchos o
trajes, para que no les suceda nada malo. Introducen todo esto con el
cuchillo en las blandas capas de yeso e imploran al dueño del bajo para
que les sea propicio”.
El salesiano Pedro Bonacina contaba que
partió del Fortín Castre para Valcheta y que “a llegar a la mitad del
camino me detuve a descansar en la Piedra del Gualicho. Bajé de la mula y
me puse a observar lo que había arriba de esas piedras: encontré una
caja de fósforos, un pañuelo de mano y un papel de cincuenta centavos,
todo dejado por los viajeros que han pasado por aquí”.
Casamiquela
precisa que el sitio conocido como la Salamanca del Gualicho se ubica
aproximadamente en el deslinde de los lotes 5 y 6 de la Sección I
Colonia de San Antonio Oeste. El lugar queda a unos 60 km. al sur del
paraje El Solito, en el extremo oeste del salitral o Gran Bajo del
Gualicho. Existen dos grupos de pobladores más o menos cercanos que
viven en la margen norte del bajo. El primero, cerca de la laguna del
zorro (doña Ana Gaviña y familiares), es probablemente el más próximo (3
leguas), pero no nos pudo facilitar medios para llegar hasta la piedra
del Gualicho misma. El otro está integrado por la viuda de Beltrán y por
el señor Honorio Beltrán (este último fue el que nos acompañó a caballo
como baqueano). Desde la casa de Machado hasta la piedra del Gualicho
hay aproximadamente 4 leguas y en el recorrido se pasa junto al jagüel
de Eldo Gaviña, más o menos a mitad de camino”.
Macedonio
Belizán, un pionero de la zona de Valcheta le supo contar a la
historiadora Josefina de Ballor que “Yo trabajaba en jagüeles, por la
laguna “La Escondida”, viniendo con dos carros del Bajo del Gualicho, en
una oportunidad a unos setenta metros del camino, sobre mano derecha,
observé una piedra blanca que brillaba igual que un cristal. Estaba
rodeada de paredones de piedras, con una puerta a la salida del sol; nos
bajamos los cuatro carreros que me acompañaban: Gaspar Mailín, Ignacio
Zárate, Juan Linares y yo. La piedra tenía un escrito, decía que todo el
que pasara, algo debía dejar, para poder seguir.
“Los cuatro
hombres rodeamos la misteriosa antigüedad. Había a su alrededor monedas,
cajas de fósforos, colas de caballos, géneros, botellas conteniendo
líquido, tabaco, cigarros, también prendas personales. Gaspar Mailín,
incrédulo de lo espiritual se rió; se tomó el atrevimiento de levantar
las monedas y guardárselas. Salimos del lugar, como a 500 metros
desatamos los animales para almorzar; sobre las 15, preparamos el
regreso, atamos los caballos… estos no dieron un paso adelante!
Empacados, no hubo forma de que anduvieran. Nos tomó la noche; al otro
día tuvimos que hacer 25 km. hasta “La Escondida” en busca de agua;
tomamos nosotros y le dimos a los animales; en un descuido nuestro
Mailín devolvió las monedas; pero, la verdad es que tuvimos tres días de
castigo, que no pudimos salir”.
La temible Salamanca del Gran
Bajo del Gualicho, esa que supo reconocer y merodear Bernabé Lucero, “el
salamanquero”, toda una leyenda de los pagos rionegrinos.
Jorge Castañeda
Escritor - Valcheta